El coronavirus, el teletrabajo y los riesgos asociados. Los efectos “Rey Midas”

María Rosa Vallecillo Gámez.
Profesora TU acreditada de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
Universidad de Jaén

“Our age is not more dangerous —not more risky— than those of earlier generations, but the balance of risks and dangers has shifted.”.
Anthony Giddens


1.Ya han pasado 50 años desde que The Economist asegurara que 10 años más tarde la gente teletrabajaría “diariamente en sus oficinas de Londres mientras vive en una isla del Pacífico, si así lo desea, dado que en el futuro el coste de las telecomunicaciones no dependerá de la distancia”. Este “Nostradamus” moderno no ha cumplido su profecía y el medio siglo transcurrido no ha servido a la gran mayoría ni siquiera para poder optar a la opción de teletrabajar. Y no porque las tecnologías no hayan avanzado lo necesario para permitir esos espacios de flexibilidad laboral, sino porque el avance social y cultural de las empresas no ha sido el suficiente, algo que puede empezar a modificarse con la epidemia del coronavirus y las situaciones de cuarentena que se están derivando del mismo en algunos territorios.

En las zonas más afectadas de China millones de trabajadores han cambiado el espacio compartido de las oficinas por una oficina que se traslada a la vivienda por la necesidad de limitar el contacto entre personas. Pero no solo en China, origen del problema, se implanta como solución de cuarentena el teletrabajo. En el resto del mundo, en función de la extensión de la enfermedad, cada vez más compañías adoptan/imponen el teletrabajo como medida contra la propagación del coronavirus , tanto compañías con un importante desarrollo de la cultura del teletrabajo como Google, Microsoft, Amazon o Facebook, que han impuesto su aplicación para sus empleados en el país de origen de la enfermedad y los que han regresado recientemente de aquel país, como empresas con gestión de las relaciones laborales más tradicionales como Bankia, Sabadell o Caixabank que lo están aplicando en sus oficinas de China o de otras regiones afectadas, caso de Italia.

Pero también en España. La oficina de Ericsson en el Parque Tecnológico de Andalucía, en Málaga envió a sus más de 200 empleados a teletrabajar y son más las empresas que están testando el teletrabajo ante una posible situación de cuarentena. La auditora EY decidió que teletrabajen unos 3.100 empleados de su sede en Madrid tras el primer caso de coronavirus. Todos los grandes bancos siguen los planes ordenados por el BCE; el BBVA trasladó fuera de su sede a un tercio de los empleados del área de Mercados, mientras que Bankia ultima planes para dividir los equipos críticos para evitar el contagio de personal clave

Y en nuestro entorno más próximo, Italia, como país más afectado por la infección, las empresas también han advertido de la necesidad de organizarse respecto del fenómeno. Se impone una reflexión sobre las posibles soluciones que el ordenamiento puede ofrecer para disminuir el peligro de contagio. Para ello, ha sido el primer país en adoptar decisiones de ordenamiento jurídico. La tarde del sábado 23 de febrero, en el curso de una sesión extraordinaria, el Consejo de Ministros italiano aprobó un Decreto-ley para el establecimiento de las primeras medidas para afrontar la emergencia epidemiológica COVID-2019. Entre otras disposiciones se encuentra la obligación de clausura de la actividad económica en las áreas afectadas, salvo las que sean inherentes a los servicios públicos esenciales, así como la suspensión del trabajo para los residentes de fuera del territorio pero con sede de trabajo dentro de los límites de la zona de cuarentena.

Pero ni siquiera el decreto-ley parece aclarar la perplejidad que se impone en relación a la compatibilidad del trabajo flexible con las exigencias derivadas de la situación [1]. Con una formulación mucho más amplia, de hecho el artículo 1 del DPCM de 23 de febrero para la implementación del referido decreto-ley, ha previsto que “la modalidad de trabajo “agil” (flexible) establecidas en los artículos del 18 al 23 de la ley de 22 de mayo de 2017, es aplicable de manera automática a cada gestión del trabajo subordinado en las áreas consideradas de riesgo en las situaciones de emergencia nacional o local respecto de los principios establecidos en las mencionadas disposiciones y también en ausencia de acuerdos individuales previstos”. ¿Podría sostenerse que el decreto, sin perjuicio de los problemas relacionados con la jerarquía de las fuentes, intenta liberalizar el uso de la prestación establecida en el art.18 de la ley n.81?

En cualquier caso, el uso de instrumentos tecnológicos o el teletrabajo no parecen suficientes para afrontar el panorama, sobre todo en el momento actual en el que la situación es cercana a un estado de sitio, con las regiones del norte del país cerradas  totalmente al tráfico de personas y el resto del país con limitaciones a la movilidad.

Pero también en otros países con menos afectación de momento, se anuncian medidas. En Francia las compañías podrán solicitar por correo electrónico el aplazamiento del pago de las contribuciones sociales o beneficiarse de desgravaciones de impuestos si están en riesgo de desaparición. Además, el ICO francés tomará medidas para sostener la tesorería de las pymes y se facilitará su acceso a los paros parciales. En Alemania, el Gobierno acordó un paquete de ayudas a las empresas para paliar las pérdidas. Facilitará la financiación de la reducción de horas trabajadas para compensar la menor producción y evitar despidos. En España, se acaba de anunciar que las bajas de los trabajadores infectados por coronavirus serán tramitadas como casos de incapacidad temporal por accidente de trabajo. El resto de medidas que sonaban, se aplazan hasta el siguiente consejo de ministros.


2.¿Supone esto una normalización del teletrabajo? En un país como el nuestro, con una escasa cultura del teletrabajo ¿llegará a producir los efectos necesarios para la implementación casi generalizada de la flexibilidad laboral?

España tiene una escasa cultura del teletrabajo: en 2019, apenas un 3% de los empleados españoles trabajaba a distancia de forma habitual, mientras que Finlandia, Luxemburgo o Países Bajos este porcentaje se sitúa más próximo al 15%, según datos de Eurostat. Según el Estudio sobre el teletrabajo en España de Infojobs, solo el 19% de la población activa afirmaba en 2019 que en su empresa está permitido realizar teletrabajo, aunque en más de la mitad de los casos, solo era en ocasiones puntuales. Pese a que pueda parecer otra cosa, China también tiene una escasa cultura de teletrabajo. Sin embargo, el coronavirus no ha dejado otra opción a millones de trabajadores y empresas, si no se quiere dinamitar la actividad económica del país.  Se calcula que unos 300 millones de chinos estarán teletrabajando esta primavera.

La pregunta que flota en el aire es si el teletrabajo se convertirá en un hábito, en el largo plazo, después del coronavirus. Tendría sentido aprovechar esta adaptación cultural y tecnológica «impuesta» por un brote epidémico —cuya gravedad muchos consideran magnificada— para hacer realidad la promesa de hace 50 años de «trabajar en Londres desde en una isla del Pacífico». O, para el caso de despoblación de algunos territorios de nuestro país, desde la España vaciada.

Los expertos se pronuncian. En España “en general no estamos preparados” para trabajar desde casa. “No estamos organizados por objetivos, no todos los puestos son teletrabajables e incluso no todas las empresas disponen de la tecnología necesaria”, explica Arancha De las Heras, presidenta de UDIMA y experta en teletrabajo. «Es uno de los países europeos con menor tasa de teletrabajo, tanto ocasional como habitual», sin olvidar que somos un país de servicios y turismo, apunta Eva Rimbau, experta también en teletrabajo y profesora de la UOC. Esta falta de experiencia en el trabajo a distancia y de estrategia provoca que las empresas ahora obligadas a aplicar esta medida tengan muchas posibilidades de fracasar. «Es muy difícil que las empresas que no tienen prácticas de teletrabajo puedan implantarlo de urgencia. De hecho, las compañías que han empezado a usar este modelo ante la actual situación de alerta es porque ya tenían políticas de teletrabajo más o menos implantadas y simplemente lo que han hecho es ampliarlas».


3.Pensar en esta modalidad nos sugiere las ventajas del teletrabajo; entre otras, la flexibilidad y la libertad de horarios y de movimientos, además del ahorro de tiempo y dinero que supone no tener que desplazarse para ir a trabajar. Pero también los riesgos porque aunque su introducción se reclama como factor preventivo de determinados riesgos laborales, no es la panacea y si previene unos riesgos también suma otros, y para todo ello se requiere un ajuste normativo.

«La mayoría de nosotros pensamos que es más eficiente trabajar desde casa«, dice en Abacusnews el director comercial de una empresa de marketing digital. «Sobre todo en el caso algunos colegas que dedicaban al menos dos horas de tiempo de viaje cada día.» Cada vez más empleados consideran que teletrabajar es más productivo. Dos tercios de los encuestados se mostraron optimistas con respecto a las perspectivas que ofrece el teletrabajo. «Los trabajadores chinos no han desarrollado todavía el hábito de teletrabajar, por lo que en China hay mucho margen para su desarrollo» afirman desde iiMedia Research.

Además de poner la tecnología al servicio del teletrabajo no hay que descuidar aspectos tan importantes como los riesgos laborales o la ciberseguridad. Aunque se trabaje desde casa, la empresa sigue teniendo la responsabilidad sobre ese trabajador. Se hace necesario tener en cuenta las dificultades de algunos trabajadores para adaptarse a él, según Quartz. Entre los principales motivos mencionan las distracciones, las largas jornadas laborales y la falta de límites entre la vida laboral y la vida personal que conlleva trabajar desde casa. También como desventajas más importantes se destacan la dependencia de herramientas específicas y un cierto impacto negativo en la comunicación y en la coordinación: la falta de encuentros cara a cara supone una barrera para el sentimiento de pertenencia y para la motivación, sumando a todo ello los riesgos asociados a esta modalidad de trabajo, como es el caso del aislamiento[2], tan presente en esta situación de emergencia. Además de trabajar, los ciudadanos están consumiendo más entretenimiento y videojuegos en línea para distraerse durante el confinamiento. Estos datos primarios nos llevan a pensar en otros riesgos asociados al incremento del uso de la tecnología tales como el ciberacoso[3] o la dependencia tecnológica.

El marco normativo vigente en materia de prevención ha sido invocado por la ministra de empleo – no sin polémica – como recordatorio de las medidas a adoptar en caso de necesidad. El art. 21 de la actual Ley de Prevención de Riesgos Laborales así lo contempla desde su publicación. Igualmente desde el Ministerio de Seguridad Social se ha aclarado que los trabajadores en aislamiento preventivo por el virus ‘SARS-CoV-2’, se consideran en situación de incapacidad temporal por enfermedad laboral, si cumplen los demás requisitos y conforme al régimen de la Seguridad Social.


4.Pero el Covid-19 puede ir más allá en materias económicas y de salud, como impulsor de las redes 5G y otras consecuencias medioambientales

El que la sociedad se esté viendo obligada a «mudarse» a internet, ha provocado un aumento «masivo» en la demandas de servicios, plataformas y herramientas para teletrabajar que, solamente en China, ha supuesto un notable incremento en el tráfico de internet, un 36% más en las últimas semanas. Aumento que está poniendo en apuros a prestadores de servicios y operadoras, que tiene que hacer frente al tráfico masivo adicional. Para dar respuesta a este uso creciente de las plataformas colaborativas y de trabajo, reunión y comunicación remota, el gobierno ha pedido a las operadoras chinas que aceleren el despliegue de las redes 5G. Podría darse el caso de que la larga promesa del 5G se hiciera realidad finalmente debido a un microorganismo.

Además el coronavirus reduce en un 6% las emisiones globales de CO2, con una reducción en China del 25%, aunque los efectos en el largo plazo no serán tan halagüeños, si pueden ayudar a reducir en algún punto el porcentaje previsto con las consecuencias positivas en la salud. Pero la cara B también está en el punto de mira. Una vez que esta situación se calme el ansia por la recuperación de lo perdido puede llevar a sobre-explotaciones que reviertan la mejora.

En este sentido una cosa buena sí va a tener el coronavirus: va a hacer una auditoría gratuita a escala mundial sobre el estado de transformación digital de los distintos países. En España vamos a suspender. Pero no vamos a catear por falta de tecnología sino por falta de ciudadanía en el sentido profundo. Invertimos poco o nada en adaptar nuestra cultura política y social a las posibilidades del siglo que nos ha tocado vivir y se imponga un liderazgo orientado a la confianza y no al control. Pese a que en algunos aspectos el virus y su incidencia en los nuevos modelos de gestión del trabajo puede ser un impulso, tiene el efecto “rey Midas”, pudiendo convertir en oro lo bien gestionado y en algo mucho menos agradable la “avaricia”. Se nos abre aún más este importante campo de estudio en el marco de nuestro proyecto.


[1] Sobre este aspecto, se invita a la lectura de la reflexión de M. Menegotto, Coronavirus: trasferte, lavoro agile e telelavoro, en Bollettino ADAPT 17 febbraio 2020, n. 7

[2] GONZALEZ COBALEDA, E., “Digitalización, factores y riesgos laborales: estado de la cuestión y propuestas de mejora”. CEF RTSS número extra 2019. págs. 85-112

[3] MOLINA NAVARRETE, C., “Del acoso moral (mobbing) al ciberacoso en el trabajo (network mobbing): viejas y nuevas formas de violencia laboral como riesgo psicosocial en la reciente doctrina judicial”. CEF RTSS Nº. 437-438, 2019, págs. 143-165