Cristóbal Molina Navarrete.
Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
Universidad de Jaén.
“Cómo voy a creer/dijo el fulano/que el mundo se quedó sin utopías
Benedetti. Utopías.
Cómo voy a creer que la esperanza es el olvido/o que el placer una tristeza
Cómo voy a creer/dijo el fulano/ que el universo es una ruina/aunque lo sea/
o que la muerte es el silencio/aunque lo sea (…)”
1.“Repoblar” o, al menos, contener la “despoblación” de la denominada “España vaciada” se ha convertido, o eso se nos quiere hacer creer desde las instituciones, en un objetivo prioritario de las políticas económicas y sociales para la recuperación y transformación a raíz de las múltiples crisis asociadas a la tragedia pandémica. El Gobierno ha comprometido más de 10.000 millones € de los fondos europeos de recuperación para corregir el grave problema de la España vaciada, aportando oportunidades de crecimiento y empleo mediante la innovación y el desarrollo sostenibles. Con el ilusionante título “Pueblos con futuro: un plan para la cohesión y transformación del país”, parece quererse evitar que, una vez más, el “tren del desarrollo” no pase, o lo haga de largo, para los pequeños municipios, haciéndolos, ahora sí, partícipes del tan soñado, como cacareado, modelo de recuperación trinitaria: digital, verde e inclusiva (con especial énfasis en la equidad de género). La igualdad de oportunidades, especialmente para el empleo y disfrute de los beneficios del progreso, se convertiría en su horizonte principal.
Honestamente, algunas iniciativas, aun bienintencionadas, me parecen más ocurrencias que soluciones sostenibles a medio y largo plazo, como los crecientes programas de promoción de prácticas universitarias “retribuidas” en pueblos (menos de 5000 habitantes), a modo de extensión de como “campus rurales”. Más esperanzadoras y útiles me resultan las iniciativas que conjugan talento juvenil de emprender con oportunidadesde innovación tecnológica (digital) al servicio del desarrollo del mundo rural. Sería el caso de la App. “Puebloo”, una aplicación informática creada por tres chavales de pueblo para revitalizar el mundo rural. Se trata de una red social donde cada pueblo (local) exhiba al mundo (global) su oferta cultural, turística, ambiental, laboral, inmobiliaria o de servicios, generando economía y empleo.
2.Por supuesto, no es la única iniciativa que busca en la digitalización una fuente de nuevas oportunidades para la promoción y el desarrollo de las zonas rurales, a fin de fijar su población, e incluso atraer a nuevas gentes, ofreciendo modelos de negocio y formas de empleo, así como de autoempleo, tan atractivos como sostenibles. La sociedad civil y la iniciativa privada se suma, así, a iniciativas públicas, incluso de concertación social, como la Red Rural Nacional (RRN), una plataforma integrada por las tres administraciones (estatal, autonómica y local) y la sociedad civil y económica (interlocutores sociales, comunidad científica vinculada al mundo rural y su desarrollo, etc.). La innovación tecnológica se pone al servicio de fines sociales y a la resolución de graves problemas reales. Ahora bien, no menos cierto es que, para que resulte un camino de éxito fiable, no una pura ilusión, o una utopía, es necesario que no queden aisladas, episódicas, sino que vengan acompañadas de políticas, recursos y medidas con vocación mucho más general y sostenible.
Así, por ejemplo, parece claro que la instrumentación del boom del trabajo a distancia en general, y del teletrabajo en particular, derivado de una de las respuestas a la pandemia, como “nuevos yacimientos de empleo” (y autoempleo) para atraer población (de toda edad, también joven) a la España vaciada no será ni suficiente ni continuada sin una política de inversiones (en tecnología y servicios a las personas y a las empresas, por ejemplo) específica y sistemática. Por supuesto que, una vez más, plataformas online como la célebre “Vente a vivir al pueblo”, que conecta a personas que se quieren ir a vivir a pequeños municipios, en atención a sus necesidades y preferencias, habiendo recibido más de 100.000 consultas en un año (desde septiembre del año pasado), son un gran reclamo, pero se necesita bastante más. El tránsito de la condición de “turista”, ahora incluso “laboral”, en virtud de los efectos de la crisis pandémica, a la de “habitante estable”, también profesionalmente (aunque sea con movilidad y formas mixtas de empleo), precisa de apuestas decididas por la fibra óptica, sí, pero también por un amplio abanico de incentivos que atraiga población y la retenga. Los nuevos “El Dorado” que buscarían estas personas para el retorno migratorio desde lo urbano a lo rural se relaciona con la “calidad de vida”: accesibilidad a la vivienda (hoy tan obstaculizada a las personas jóvenes, ni en alquiler ni en venta) y a servicios educativos, sanitarios, sociales, comerciales y culturales/ ocio (no solo jóvenes, sino familias enteras).
3.No es el único ejemplo relevante para ilustrar la diferencia entre iniciativas episódicas, o singulares, de eficacia limitada, en todo caso, dirigidas a poner la innovación y la tecnología al servicio del desarrollo rural, de un lado, y aquellas que se configuran como expresión de nuevos modelos de economía y de empleo, de otro. De especial importancia, y de máxima actualidad, resulta el recientemente alcanzado acuerdo para la reforma de la política agraria común de la Unión Europea. Como es sabido, la principal discusión para su logro, muy conflictivo, ha estado en la pugna entre la visión del trabajo en la agricultura como fuente para garantizar una renta económica digna a la población rural (factor de fijación de la población rural) y su configuración más bien como garantía para la protección del ambiente (palanca para la transformación verde).
Nacida en 1962 con un fin claramente socioeconómico (mejorar la productividad del sector agrícola y garantizar una vida razonable a las personas agricultoras, la mayoría hombres y en sectores de agricultura tradicional), en los últimos años, la Unión Europea (UE) postula unos cambios esenciales, para adaptar la Política Agraria Común (PAC) a nuevos retos de seguridad alimentaria, cambio climático y conservación de paisaje. En consecuencia, no solo pretende ser un motor de empleo, sino de un nuevo tipo de empleo agrario verde, caracterizado por el máximo respeto a la sostenibilidad ambiental. Aunque queda un significativo recorrido, jurídico y económico, para que sea efectivo el histórico acuerdo político sobre la nueva Política Agraria Común (NPAC), entre sus contenidos básicos está, por lo que a este artículo divulgativo atañe:
- La previsión de “Eco-esquemas”, es decir, los pagos verdes destinados a desarrollar una producción más sostenible y respetuosa con el cambio climático
- el incremento del número y eficacia de ayudas a las personas más jóvenes, a fin de atraerlos a este sector y crear empleo (y autoempleo) de calidad para ellos (y ellas), de un lado. Se garantiza al menos el 3 por cien de las ayudas.
- condicionalidad social de los pagos, de modo que la renta se garantice verificado el cumplimiento con las obligaciones laborales (regularidad del trabajo temporero) y de seguridad social (estar al corriente)
- garantizar una mayor perspectiva de género en las políticas de desarrollo y empleo en el sector agrario. Se requiere una estrategia de integración de género en el sector agrícola y ganadero
- Compromisos de modernización de los sistemas de producción agraria, en especial en la banda ancha de las zonas rurales
El acuerdo comunitario sobre la NPAC significará para España –tercer país receptor por volumen de ayudas- 47.724 millones € hasta 2027, beneficiando a más de 700.000 personas del sector. Como es sabido, España estuvo más del lado de quienes hacían defensa de la agricultura tradicional -defendía que las políticas verdes fuese el 14 por cien, resultando ahora el 25 por cien de las ayudas-, frente al Norte (Países Bajos y los frugales -Suecia, Dinamarca, Austria-), que abogaba por impulsar de forma más decisiva un sistema de incentivos a la agricultura centrado en la innovación y la transición verde. El reto, de nuevo, ha sido alcanzar un adecuado equilibrio entre ambas posiciones, la de quienes priman la garantía de una suficiente rentabilidad económica a todas las explotaciones agrícolas y ganaderas viables, ante mercados fuertemente inestables y competitivos, y quienes buscan un giro radical para hacer efectiva la ambición de un modelo económico ambientalmente neutral, sostenible. ¿Logrado el debido y conveniente equilibrio?
4.No pretendemos dar aquí respuesta a tan delicada cuestión, ni será posible seriamente hacerlo hasta que se ponga en práctica este nuevo modelo. El acuerdo ya ha recibido críticas desde un lado (ecologista: generaría solo un efecto “greenwashing» -blanqueo verde-) y desde el otro (organizaciones agrarias: será la puntilla para el sector agrario comunitario, porque crea más gasto y aporta menos renta, favoreciendo la competencia desleal de la agricultura de países terceros, cuyos productos están al margen de estos requerimientos; mayor carga burocrática). Tiempo habrá, pues, para retomar tan determinante cuestión para el futuro de más de 14 millones de personas en Europa, al menos 1 millón en España.
Ahora queremos llamar la atención sobre las nuevas oportunidades que este acuerdo nos abre para combinar desarrollo rural con innovación tecnológica, promoviendo más empleo y de calidad. Como se ha dicho, una de las novedades del acuerdo sobre la NPAC es el reclamo de compromisos añadidos de modernización de los sistemas de producción agraria, que, por lo que a España refiere, tiende a centrarse tanto en la innovación en los sistemas de regadío como en la garantía de implementación de la banda ancha en todas las zonas rurales para 2025. Por lo tanto, el acuerdo llama a aprovechar el cambio a ecológico no solo para generar riqueza en el campo, sino también para su transformación tecnológica, de modo que participe de forma más intensa de los procesos de transformación digital. En este sentido, promueve un modelo de agricultura inteligente que, además de mayor valor añadido, facilite el relevo generacional, y de equidad de sexo, como ya está ocurriendo en otros sectores (ej. sector minero de Huelva), al incorporar nuevas profesiones, así como nuevos modelos organizativos, mucho más propicios para jóvenes de ambos sexos.
En este contexto, el acuerdo no solo apuesta por extender la banda ancha rápida al 100 % del territorio de aquí al 2025, sino por una aceleración general de la transición digital del sector agrícola. Para ello se promueve tanto mejorar el acceso al conocimiento por parte de la comunidad agraria cuanto la integración de las necesidades del sector agrario (y ganadero) en la comunidad científica, esto es, en los proyectos de investigación. Emerge, así, en el contexto hegemónico de la denominada “Industria 4.0”, otro paradigma que lo proyecta en el ámbito del sector primario, el de la “Agricultura 4.0”.
Automatización e inteligencia artificial llegan al sector primario: tractores y sistemas GPS, drones para el control del suelo y el agua, maquinaria compartida para una “revolución cooperativa” en pequeñas explotaciones agrarias, motores de búsqueda para maquinaria usada (Trademachines), etc. Todo ello a fin de mejorar su eficiencia y, por lo tanto, sus oportunidades de crecimiento, incidiendo notablemente en el empleo, pues si reduce la necesidad de un determinado tipo (el menos cualificado) aumenta la demanda de otro tipo de trabajos (más cualificados) y, por tanto, de la oferta de empleos de calidad. Como la Industria 4.0, la Agricultura 4.0 se fundamenta en la maximización del conocimiento a través de la creación y distribución, mediante las tecnologías digitales, de toda la información necesaria para la toma de decisiones inteligentes, bien en tiempo real bien diferido, al servicio de los fines de una explotación agraria y de su ecosistema. En última instancia, representa la aplicación de los instrumentos, procesos y modelos de gestión típicos de la digitalización (automatización, big data, algoritmos, inteligencia artificial, sistemas predictivos, trazabilidad, etc.) al sector agrícola (y ganadero), facilitando sistemas de captación y transmisión de datos en tiempo real
Tampoco podemos ir más allá. Tiempo habrá. Ahora sólo queda llamar la atención sobre la utilidad del concepto de Agricultura 4.0 no solo para dar a conocer los nuevos protagonistas de la economía agraria (robótica, telecomunicaciones, información digital, marketing digital), sino también para afrontar, con optimismo, el reto de un desarrollo del empleo y del trabajo de calidad que incluya a las zonas rurales en el mapa del progreso (digital, verde, e inclusivo).